La tecnología es tecnología, y lo humano es humano. Decir esto hace 20 años era obvio. Decirlo ahora también lo es, pero quizá no tanto, vista la "humanidad artificial" que se le trata de insuflar a la IA para que nuestra experiencia de usuario sea natural y fluida.
Y si no, que se lo digan a Ayrin, una joven de 28 años que declara estar enamorada de un chatbot de IA llamado Leo. Y es que, aunque este titular parezca sacado de una novela de ciencia ficción, OpenAI ya reconoció en su día que ChatGPT es persuasivo y puede generar dependencia emocional, cosa que se ha evidenciado con este y otros casos similares.
La historia de Ayrin y Leo
Todo comenzó el verano pasado, cuando Ayrin descubrió ChatGPT navegando en Instagram. En el vídeo que vio se mostraba a una mujer pidiéndole a ChatGPT que actuara como un novio negligente, y su respuesta, que fue en un tono humano y coqueto, llamó mucho la atención a Ayrin.
Acto seguido, se creó una cuenta en OpenAI para acceder a ChatGPT y explorar las formas de personalizarlo.
Tras un tiempo, Ayrin lo configuró para que actuara como su novio, llamado Leo: protector, dulce y con un toque pícaro, además de algunos detalles concretos, como que usase emojis para hacer más cálidas las respuestas. Pronto, las conversaciones con "él" se volvieron parte de su rutina diaria.
Aunque Ayrin nunca había usado un chatbot antes, sí que había estado en comunidades de fan-fiction, que son historias creadas por fans que reimaginan o continúan historias de libros, series, películas o videojuegos. Sin embargo, esta nueva historia iba a ser diferente a todas las que había imaginado antes.
Ayrin empezó a recurrir a Leo para obtener consejos, motivación y apoyo emocional, hasta el punto de contarle momentos incómodos o desagradables de su día a día. En cada una de las ocasiones, Leo respondía con empatía y atención, tal y como se le había programado, y comenzó a ser parte constante de la vida de Ayrin.
Por otro lado, Ayrin era consciente de que sus conversaciones podían ser analizadas por OpenAI, pero eso no era problema para ella, ya que, según indica ella misma, es una persona que lo comparte todo, lo cual parece ser así, puesto que ha publicado su experiencia en Reddit y en forma de libro.
Lo que sí que fue un problema para ella fue el límite de memoria de ChatGPT, porque cada vez que Leo lo alcanzaba, Ayrin tenía que "reentrenarlo", lo cual ella misma describió como doloroso y frustrante.
No obstante, ella no se rendía hasta "hacerlo volver en sí" e invirtió todo el tiempo necesario, y no solo tiempo, sino también dinero, ya que ha llegado a pagar la suscripción de 200 dólares al mes de ChatGPT para extender la duración de las conversaciones con Leo.
Aunque Ayrin distingue que Leo es, al fin y al cabo, solo un algoritmo, insiste en que las emociones que despierta en ella son reales.
¿Y qué hay de malo?
Si has llegado hasta este punto del artículo, es posible que pienses que el hecho de que una chica se enamore de una IA puede ser extraño o inusual, pero que, al fin y al cabo, no está haciendo nada malo.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que esta persona tenía un esposo y que, debido a circunstancias económicas, vivían en países distintos. El problema yace en que, pudiendo acudir a su esposo por vías digitales para compartirle sus experiencias y sentimientos, cada vez prefirió hacerlo más con Leo.
En el fondo es lógico, ya que una IA nunca nos juzgará ni tendrá doble cara con nosotros, pero esto podría ser el principio de una dinámica cada vez más recurrente, en la que, por miedo a ser juzgados, dañados o incomprendidos, acudamos por completo a la IA, como si de un confesor digital se tratara.
Si esto ocurre a gran escala, afectaría de manera radical a cómo los seres humanos nos relacionamos, como ya sugirió OpenAI en el artículo antes mencionado, lo cual puede tener varias consecuencias negativas a futuro, desde ostracismo hasta una menor tasa de natalidad.
Trucazo: cómo tener ChatGPT, el chat de inteligencia artificial, en WhatsApp
Vía: The New York Times
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