A medida que los procesadores han evolucionado, uno de los aspectos que ha mejorado es la amplitud de los registros con los que trabajan. Esa amplitud (o tamaño) se mide por número de bits máximo con los que un procesador opera, de ahí los 32 o 64 bits a los que hacen referencia los programas, y que nos hacen dudar cuál instalar.
En la prehistoria de las CPUs, teníamos procesadores de 8 bits, para pasar después a 16 bits, posteriormente a 32 bits y más tarde a 64 bits.
Uno de los aspectos que más ha condicionado este aumento en la amplitud de los registros es el del tamaño máximo de la memoria que se puede gestionar. Con 32 bits estábamos limitados a 4 GB de memoria RAM, pero con 64 bits, esta capacidad llega hasta más de 16 millones de TB (terabytes)
El software, por otro lado, sistemas operativos incluidos, va de la mano del hardware. Cuando llegaron los primeros procesadores de 64 bits, compañías como Microsoft tuvieron que adaptar el sistema operativo para aprovechar las posibilidades de estos nuevos chips, así como de una mayor cantidad de RAM.
Las aplicaciones de 64 bits: las más recomendables
Que una aplicación sea de 32 bits o 64 bits, a estas alturas, tiene como mayor implicación que sea factible usar más o menos cantidad de memoria RAM. Además, en un sistema de 64 bits, componentes de la arquitectura o el propio sistema, como la memoria caché o la memoria de paginación, también son mayores que en los sistemas de 32 bits.
La prevalencia de los procesadores y equipos de 64 bits es mayor que la de equipos de 32 bits. Los primeros procesadores x86 de 64 bits fueron los AMD Opteron y Athlon 64, allá por el año 2003. Los Pentium 4 de Intel fueron también de 64 bits. A partir de ahí, los equipos han sido mayoritariamente de 64 bits.
De todos modos, sigue habiendo aplicaciones de 32 bits. Entre otras razones, porque el desarrollador no las haya actualizado, o porque se mantengan ambas versiones de 32 bits y 64 bits por compatibilidad. Incluso Office (Microsoft 365), viene con versiones de 32 bits y 64 bits en la actualidad.
Salvo que tengamos un interés especial, lo más recomendable es instalar la versión de 64 bits si es posible. Las versiones de 32 bits funcionan en sistemas operativos de 64 bits, pero no sucede así al contrario.
Sistemas operativos de 32 bits y 64 bits
De los sistemas operativos de Microsoft para consumo, el primero que llegó con 32 bits y 64 bits fue Windows Vista. Antes, con Windows XP y Windows Me, la única opción era la de 32 bits, al menos en un primer momento. En 2005, de hecho, apareció una versión de 64 bits de Windows XP.
Con Windows 11, por el contrario, desaparece la opción de 32 bits. De este modo, se rompe con tecnologías heredadas como los procesadores de 32 bits. Es otro buen argumento para elegir las aplicaciones de 64 bits frente a las de 32 bits: se trata de una tecnología en declive.
Por otro lado, puede que hayas oído hablar de las instrucciones extendidas de 256 bits o 512 bits, como AVX-512 o AVX-256. En estos casos, lo que hacen los fabricantes de procesadores es permitir que se realicen operaciones aritméticas con registros de longitudes mayores que 64 bits.
Esto permite realizar cálculos mucho más rápido que "troceando" los elementos de las operaciones aritméticas en tamaños más pequeños dentro de campos de aplicación como la criptografía, en la que se manejan claves de hasta 2.048 bits, por ejemplo.
De todos modos, este mayor tamaño para los registros no tiene implicaciones en el direccionamiento de memoria y se queda en el plano de la aritmética. Para que una aplicación pueda usar estas instrucciones extendidas, el procesador del equipo tiene que ser compatible con ellas.
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